¿Qué sentido tiene competir por la atención de un emperador rodeado por casi medio centenar de concubinas? Para Elais, ninguno. Su vida en el palacio imperial transcurre entre cuatro paredes y misiones en su videojuego de realidad virtual favorito. Nunca ha visto al emperador en persona, ni tiene intención de hacerlo. Pero todo cambia cuando conoce a un encantador jugador novato dentro del juego. Si no puede tener un romance real, ¿por qué no uno digital? Todo va bien... hasta que nota algo inquietante: ese misterioso jugador tiene el mismo nombre que el emperador.